―I―
La relación dura unos minutos
(por sus ojos pasan mis sonrisas dibujadas
las poses que me ensayé)
ella
(testigo de los cuerpos amados)
atiende decenas de peticiones
acumula miles de gestos
camisas
aeropuertos
azules
labios
dientes
borra ese edificio la escena
a más, la última:
frente al espejo
pago su trabajo ―estoy complacido―
ella
dirige su atención hacia otros rostros
nuevas vidas
(¿recordará mañana que tiré piedras al río?)
sobre bajo el brazo
con esa ilusión de quien entra en la inmortalidad
camino por La Habana
(la labor continúa para la editora de
fotografías).
―II―
Félido
matarás sobre el arcoiris
te devolverás en sangre y sueños
a ambos lados de la vía
buscarás a quien te busca
encontrarás a quien te encuentra
todo el tiempo
estrellando dioses como búcaros
(asusta el que no tengas rostro
o sólo ese
el que yo necesito ver).
―III―
Sin rastro queda
(ya sin cuerpo)
la habitación del hotel que nos amaneció
aquel banco del parque
que dejamos en espera
y ahora se desquita.
―IV―
Soledad tiene música propia
colores oportunos
(no es sólo melancolía
pérdida
un rincón)
soledad, de bruces sobre azoteas
niega el tener que ser
criatura en constante celo
(cuando dos desesperados se encuentran
no necesariamente convergen)
sobre el pavimento quedan
las virtudes canjeadas
una copa olvidada, presta aun
al brindis definitivo
soledad
(desde pequeño me regalan
soldaditos de plomo).
―V―
Magia espontánea
la luna (vestida de hoy noche)
está sentada en la ventana
contempla las mareas
paredes que estallan
sábanas que se incineran
(queda al descubierto entre artificios)
poco a poco
vuelven a transitar automóviles
personas
una hoja se despide del árbol
(es el momento más difícil:
inscribirse en los recuerdos).
―VI―
Esperando que la noche nos ampare
rompemos luminarias
¿tengo derecho
a mal pensar?
cuantos ilusos reunidos
a convenio (todos)
por lo mejor
(pronostican lluvias)
los sueños, hoy
no quieren dejarse ver
(se ofertan credos
en la subasta
se escuda al amor)
el mundo no se encierra
en un cuerpo sólo
¿valió la pena?
Apunta, dispara.
―VII―
Junto al heráldico engendro del sobrevivir
yo mismo (tras alguna euforia)
puedo pisotear la flor
y cargar con la pereza del equívoco.